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Los últimos eventos han hecho que muchos piensen y que otros reaccionen. Vemos organizaciones que contratan a “expertos en temas de racismo”, las librerías vendiendo grandes cantidades de libros sobre el racismo, escuelas y universidades desesperadas solicitando conversaciones y talleres sobre el racismo y la supremacía blanca. Las iglesias deseando tener conversaciones más profundas sobre el racismo, sermones escritos sobre el racismo, estudios bíblicos enfocados en el tema del racismo y el privilegio blanco. Hoy, ¡todos quieren aprender sobre el racismo!

Si alguien pudiera ver desde lo alto lo que sucede hoy, vería a un país en un estado de pánico donde de pronto se encontró cara a cara con su monstruoso racismo que por siglos ha sido cuidadosamente edificado y protegido y que, como buenos Americanos, debemos eliminarlo para que no interrumpa nuestras vidas.

El notorio individualismo de la cultura Americana que se enorgullece de sus logros, está siendo desafiada individual y corporativamente con la historia de la esclavitud, el genocidio de los Nativos Americanos, y los constantes obstáculos recibidos por los inmigrantes  que no cumplían los estándares impuestos por la supremacía blanca. No importa el nivel económico que se haya logrado, los avances científicos obtenidos, nuestra cultura individualista no ha sido capaz de enfrentar con el legado que una vez fue  (lamentablemente) institucionalizado.

Hoy no vemos los mercados de esclavos en las calles principales. No leemos las leyes que permitían esta maléfica institución ser visible como lo fue entre los años 1648 y 1865. Los mercados hoy día tienen diferentes nombres, son promovidos de diferente manera, sin embargo aún siguen sucediendo y son respaldados por leyes y regulaciones no escritas en papel, sino escritas en el ADN de una nación y que cuidadosamente transmitió de generación en generación.

Hoy no vemos grandes números de naciones Indígenas que son removidas de su tierra natal a lugares inhóspitos por las tierras y sus riquezas han de ser usadas y gozadas por una raza que se considera a sí misma superior.  Al igual que con la esclavitud, es muy difícil enfrentar tratados quebrantados y los miles de personas muertas clasificadas como salvajes y despiadados.

Nuestra historia fue escrita y protegida por aquellos que están en el poder, sin siquiera consultar el otro lado. ¿Quién querría narrar la historia de los perdedores? Nuestro país necesita una gran cantidad de victorias, de triunfos, y de logros que alimentan el orgullo nacional, dan valentía y otorgan una sensación de seguridad.

Por generaciones hemos aprendido el discurso oficial de los hechos históricos, y que han beneficiado y privilegiado a cierto grupo de personas y aplastado a otros. ¿De qué forma podemos enfrentar una realidad acumulada por siglos? Si lo hacemos, corremos el riesgo de ver nuestro castillo, edificado en el aire, desplomarse y eso es absolutamente impensable.

¿Cómo es que de pronto la cultura individualista Americana está desesperada por aprender sobre el racismo y el privilegio blanco? ¿Es que acaso la cultura individualista Americana está finalmente lista para enfrentar y lidiar con su monstruo diabólico del racismo que fue creado y protegido por siglos?

¿Está la ICR lista para enfrentar y lidiar con el monstruo del racismo que cuidadosamente fue protegido durante todos estos años, causando dolor y trauma en la vida de tantas personas en el pasado y aún hoy en el presente?

Por más de 25 años, la oficina de Relaciones Raciales ha estado trabajando, educando, promoviendo, creando conciencia sobre el racismo en la iglesia y sus consecuencias, sintiendo además que tenía que luchar para poder sobrevivir y mantener el ministerio adelante porque para muchos, el racismo no existe dentro de la iglesia. Si no existe dentro de la iglesia, ¿por qué entonces están todos queriendo hablar sobre el tema? 

Si la sociedad, las organizaciones y las iglesias, y de forma específica nuestra denominación de forma honesta quiere enfrentar y lidiar con el racismo, debe preguntarse si está lista para el primer paso: encontrarte con nuestro pasado. Si no, la iglesia debe comenzar a orar por esto. Sin este primer paso, todo lo demás es solamente ruido.

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