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Sarah Yore-Van Oosterhout, fundadora y abogada gestora de “Lighthouse Immigration Advocates” (LIA), publicó un blog (con fecha de marzo 2022) sobre el racismo inherente a la historia, la ley y la práctica de la inmigración en Estados Unidos. Nosotros aquí en Relaciones Raciales apreciamos sus reflexiones y publicamos su blog con su debido permiso.

En un evento de conferencias la semana pasada, un miembro de la audiencia, después de escuchar mi presentación de Immigration 101, declaró: “Hay mucho de eso aquí que simplemente no concuerdacon mi alma, y necesito decir algo”.

Sí, niña, sí, ciertamente lo hay.

Al igual que ella, hay muchas cosas en los últimos siete meses, y ni intenten siquiera hacer que empiece sobre los últimos cinco o seis años, que no le hace bien a mi alma, y necesito decir algo.

Como muchos de nuestros seguidores ya saben, Lighthouse Immigration Advocates (LIA) ha asumido la gigantesca tarea de satisfacer las necesidades legales de todos los afganos que llegan al oeste de Michigan, algo que realmente no se ha intentado antes y ciertamente no por una oficina de nuestro humilde tamaño y recursos. Pero eso somos nosotros; voltearnos para satisfacer las necesidades que nos ha definido la comunidad y ser la razón principal por la que abrimos nuestras puertas en 2015.

Durante los últimos meses, nos hemos estado reuniendo con nuestros nuevos vecinos afganos, muchos de los cuales dedicaron los últimos 10 a 20 años de sus vidas y carreras a la ocupación de Afganistán por parte de Estados Unidos y al avance de los principios de la democracia. Su sacrificio es inimaginable y sus historias nunca dejarán mi memoria.

Imagínense el sentimiento de traición cuando el 29 de febrero de 2020 se enteraron de que Estados Unidos había firmado el Acuerdo de Doha para entregar su país a los talibanes. Veinte años de luchar contra los talibanes y, en una reunión donde ni siquiera fueron invitados para decir su versión, fueron traspasados a sus enemigos.

Como solicitantes de asilo en los Estados Unidos, enfrentan una difícil ronda de interrogatorios, recursos extremadamente limitados, años de separación de sus cónyuges e hijos que aún están atrapados en Afganistán y una recepción contraria a su presencia en nuestras comunidades.

Imagínense cuánto más su sentimiento de traición aumentó cuando se enteraron de la situación muy diferente que enfrentan los ucranianos que huyen de la violencia en su país de origen. Primero, Estados Unidos otorgó de inmediato el Estatus de Protección Temporal (TPS) a los ucranianos, lo que les da permiso para permanecer en el país con la capacidad de trabajar legalmente y mantener a sus familias. Luego, justo esta semana, nos enteramos de que el gobierno está trabajando para reunir a las familias ucranianas dentro de los Estados Unidos, trayendo para acá sus familiares que viven en campos de refugiados en el extranjero.

Los afganos estuvieron en los Estados Unidos durante más de siete meses antes de que el gobierno les extendiera el TPS la semana pasada, el 15 de marzo de 2022. La petición de poder reunirse con sus cónyuges e hijos ha sido negada y bloqueada por el Departamento de Estado. Y, se ven forzados a someterse a intensos interrogatorios para obtener asilo en los en los Estados Unidos.

Pero a los ucranianos, ¡BIENVENIDOS!

Y los refugiados centroamericanos, hablemos de ellos. Durante AÑOS, han estado buscando asilo en los Estados Unidos. No solo no los hemos recibido con los brazos abiertos, sino que los metimos a ellos y a sus hijos en jaulas durante meses, resultando muchas veces en una separación permanente. Los llamamos violadores, narcotraficantes y delincuentes que amenazan la seguridad de nuestras comunidades. Decimos que vienen a quitarnos nuestros trabajos y recursos y de no pagar impuestos.

Aquellos que se les permite solicitar asilo son liberados bajo supervisión. Esto requiere que proporcionen su ubicación GPS a las aestar utoridades en todo momento, a veces a través de monitores de tobillo, y frecuentemente registrandose con el Servicio de Inmigración y Control de Aduana (ICE) y el Tribunal de Inmigración. No reciben de forma automática un permiso de trabajo. No se les proporciona vivienda ni beneficios de Asistencia Alimentaria (SNAP). No cuentas con iglesias que los patrocinen. Y no tienen acceso a servicios legales gratuitos. Para mi propio disgusto, LIA, hasta hace muy poco, no podía suplir sus necesidades legales.

Me he reunido con afganos y centroamericanos y he escuchado sus historias. Si solo leyera las historias en papel sin identificar información como el idioma, la religión y el país de origen, no sabría saber si es un solicitante de asilo afgano o centroamericano. Sus historias de persecución, amenaza de daño, impotencia del gobierno, violencia sancionada por el estado, muerte, pérdida, extorsión y secuestro son exactamente las mismas. La única diferencia son los malos en sus historias y la retórica gubernamental que configura nuestra percepción de sus circunstancias.

Estábamos en Afganistán luchando junto a nuestros aliados afganos contra los talibanes. El terrorismo incluso llegó a nuestras costas en 2001. Conocemos a estos tipos malos. Pero los mexicanos y los centroamericanos en nuestra historia estadounidense, han sido calificados como los malos. Se nos ha dicho, estos son los que amenazan la seguridad de nuestras comunidades.

Todo es retórica falsa, una narrativa del terrorismo. Esta narrativa de narcotraficantes y violadores. Esta narrativa de aprovechadores que se apoderan de nuestras comunidades. Todo es falso.

Si miramos hacia atrás en nuestra historia como imperio, veremos que esta técnica de la falsa retórica utilizada para excluir una y otra vez comenzando con el buen compadre Cristobal C. y la Niña, la Pinta y la Santa María. [Ed. nota: Para obtener más información sobre la colonización de América del Norte, consulte el Informe del Grupo de Trabajo sobre la Doctrina del Descubrimiento Cristiano de la IRC.]

El jueves pasado, un participante en mi charla nos recordó que, ante todo, Estados Unidos pertenece a los grupos de pueblos nativos que habitaban estas tierras mucho antes de que los europeos trajeran armas y enfermedades, conquistaran y colonizaran. Los europeos blancos, a pesar de su falta de derecho de propiedad, como sabemos, tomaron con éxito la tierra que hoy conocemos como Estados Unidos y la reclamaron como propia, iniciando una cadena de migración (migración en cadena, por así decirlo) de inmigrantes blancos del norte de Europa. . En aquella época, la falsa retórica describió este acto como la llegada de la civilización a un pueblo incivilizado y la conquista de una tierra salvaje e indómita rica en recursos.

A medida que se desarrollaron leyes y políticas en los Estados Unidos, favorecieron la incorporación de más inmigrantes blancos del norte de Europa, excluyendo a las personas de China, dejando fuera a todos los asiáticos, excluyendo a los mexicanos y otros de origen hispano, dejando fuera a cualquiera que no refleje al poder blanco dominante, utilizando siempre las mismas técnicas de falsa retórica y jugando con el miedo de la mayoría al otro.

Y sí, sí, sé a lo que te refieres cuando dices que los irlandeses solían ser excluidos, pero en ese momento, el 98 por ciento de los inmigrantes eran admitidos en los Estados Unidos. Aunque los inmigrantes irlandeses fueron recibidos con una retórica intolerante y oportunidades de empleo limitadas, al menos fueron admitidos alos Estados Unidos y no detenidos en operaciones masivas de estilo militar y deportados en los mismos ferrocarriles que construyeron.

Si bien para muchos de nosotros puede parecer que el expresidente Trump generó animosidad hacia los migrantes mexicanos y centroamericanos, en realidad solo atendió algo que ya estaba floreciendo y que había estado presente desde el inicio de este país.

A ninguno de nosotros debería sorprendernos que estemos abriendo nuestras puertas de par en par a los ucranianos. Esa es nuestra historia. Europeos blancos, bien; todos los demás, sospechoso o malo. Aquí se trata de mantener la estructura del poder blanco.

Los ucranianos merecen la ayuda inmediata de Estados Unidos, al igual que todos los pueblos desplazados, independientemente del color de la piel. Somos los Estados Unidos; no es que tengamos recursos limitados y finitos. De alguna manera nos las arreglamos para cada año inflar nuestro presupuesto de defensa en miles de millones de dólares. Creo que no es mucho pedir, que extendamos la misma mano amiga a todos los solicitantes de asilo en lugar de nuestro actual sistema de favorecer claramente a las poblaciones blancas europeas.

Después de todo, si nos remontamos en la historia y observamos las razones por las que la mayoría de las personas huye a los Estados Unidos, este país desempeñó un papel importante en la desestabilización que condujo a la pobreza, la escasez de alimentos, la inestabilidad e impotencia del gobierno y cualquier otra cosa que esté expulsando a la dente de sus hogares, ya sea que directamente hayamos entregado armas y entrenamiento de estilo militar a los cárteles o hayamos creado acuerdos comerciales que paralizaron las economías extranjeras.

La cuestión es, sabiendo lo que sabemos de nuestra historia y viendo que todo vuelve a suceder, ¿qué vamos a hacer? Tenemos infinitamente más recursos e información a nuestro alcance que la gente en 1942 cuando internamos a miles de personas de ascendencia japonesa, o en 1954 durante la Operación Wetback cuando deportamos a las mismas personas que llamamos a venir en nuestra ayuda durante la Segunda Guerra Mundial. Las redes sociales, los medios de comunicación, la televisión, la información en segundos en la punta de nuestros dedos, en nuestras muñecas, en las pantallas de nuestros ordenadores.

No somos tontos; sabemos lo que está pasando. La falsa retórica podemos verla a tan un kilómetro de distancia. Podemos ver el racismo dentro de nuestra aplicación de la ley y el estado carcelario. Podemos ver el modo en que nuestra máquina de inmigración excluye a las personas de color. Podemos ver el modo en que el racismo y el sexismo sistémicos afectan todas las facetas de la vida en los Estados Unidos.

Podemos sentir que no está bien con nuestras almas.

¿Vas a decir algo? ¿Vas a hacer algo?

En lugar de dar me gusta a las publicaciones en las redes sociales, agregar una bandera ucraniana azul y amarilla a su foto de perfil, compartir publicaciones en tus historias, ¿cómo sería si tomaras medidas reales, más allá de tus pantallas, para desmantelar este sistema de inmigración fracturado, y que funciona tal como se planificó suceda, para excluir a aquellos que no se asemejan al poder blanco dominante?

Si, como a mí, nada de esto le sienta bien a tu alma, te desafío a que hagas algo.

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