Rompiendo Barreras - Invierno 2015
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Traumatismo craneoencefálico (TCE) . En esta edición, la gente describe de qué forma sus vidas fueron impactadas por el TCE y de qué forma respondió la iglesia.
por Catheleen Holbrook
Hopewell Reformed Church, Hopewell Junction NY
“Voy a orar por ti”. He dicho esto muchas veces estas palabras y con muy buenas intenciones, para consolar un amigo, para alentar a alguien que está pasando por un mal momento. Quizás he hecho una rápida oración a medida que salgo de la iglesia, o cuando veo a la persona nuevamente.
La oración tomó una nueva dimensión cuando nuestro hijo Andrew, un estudiante de segundo año de Hope College, estuvo en un accidente automovilístico en agosto del 2013. Su amigo quien conducía, murió y Andrew sufrió una traumatismo craneoencefálico (TCE). Cuando mi esposo, mis dos hijas y yo corrimos al hospital donde él yacía en un estado de coma, no tenía idea lo que venía por delante. Oramos con desesperación en nuestro largos vuelos a Michigan.
Durante esos días cuando nos reuníamos en el hospital con numerosos amigos y familiares en el salón familiar, porque los pacientes de TCE no pueden tolerar la estimulación. Dos a la vez nos dirigíamos a su cuarto frío, oscuro y tranquilo para orar por él. En el pizarrón blanco de su habitación, la categoría “metas” estaba vacía. Su estado era tan crítico que no habían metas. Tomamos un marcador y debajo de la categoría escribimos “la sanidad milagrosa de Dios”.
Con cada visita, oramos alrededor de la cama de Andrew, tomándonos de las manos, en el salón, y en el pasillo fuera de la habitación. Pastores, viejos amigos, nuevos amigos, familiares, compañeros de clase de Andrew, profesores y personal de Hope: todos oraban, y oraban y oraban.
Andrew salió del coma después de 16 días y fue al hospital de rehabilitación para tener terapia por tres meses. Su primera tarea era aprender a sostener su cabeza derecha. Volvió a aprender a sentarse, pararse, caminar, hablar , escribir, comer por sí solo…todo.
Volvió a vivir en uno de los dormitorios de Hope y tomó dos clases. Trabajó duro para compensar la pérdida de su memoria a corto alcance. Estamos orgullosos de su espíritu de lucha. Oro cada mañana, comienzo con las palabras “gracias por tu sanidad milagrosa”.
Cuando Andrew estaba aún en el hospital, un amigo nos escribió su larga batalla con insomnio. Cada vez que se encontraba despierto en su cama, él oró por Andrew. Después del accidente, la gente de nuestra iglesia en Nueva York realizó vigilias de oración por Andrew, y ellos siguen orando por él. Uno de mis compañeros de trabajo, un agnóstico, me dijo que se sintió impulsado a orar por Andrew. Qué consuelo tan grande saber que hasta cuando dormíamos, alrededor del mundo Andrew estaba siendo llevado a la presencia del Señor a través de las oraciones.
Aunque el TCE de Andrew ha cambiado nuestras vidas, seguimos confiando en la sanidad milagrosa de Dios, y podemos ver su mano amorosa en todos los buenos días, y también en los malos. Eso ha sucedido desde agosto 2013. Ahora cuando le digo a la gente que oraré por ellos, lo considero un privilegio. Nunca más diré “voy a orar por ti” sin tomar cuenta el increíble poder de la oración.
por Karin Granberg-Michaelson
Capellán de IRA, Grand Rapids, MI
En los últimos 10 años serví como capellán para 30 personas en grupos de hogares que viven con un traumatismo craneoencefálico (TCE). Mi descripción de trabajo era proveer apoyo individual a aquellos que carecían de apoyo familiar o que simplemente necesitaban un amigo.
Comenzaba mi trabajo con historias bíblicas, a veces interpretada con música, arte, y aplicaciones a la vida real. Un recurso infalible era cantar “Si Cristo me ama”. Sin embargo con el tiempo, me di cuenta que este cántico tradicional no estaba sirviendo como punto de conexión con los residentes. El reconocerlo hizo que tuviéramos que darle a nuestro trabajo una nueva forma.
Como compañero de viaje con necesidades de amistad e intimidad, comencé a fijarme en las fortalezas e intereses particulares de cada persona. A veces significaba ayudar a un residente a contar una historia de su vida elaborando juntos un cuaderno de dibujos, viendo una revista de modas, o haciendo un puzle. Otras veces significaba empatizar con un padre separado de sus hijos. Otras veces terminaba nuestra visita con una oración, y en otras ocasiones una oración podría haber sido algo poco natural.
Experimentando la naturaleza recíproca del ministerio, de dar y recibir, aprendí a estar completamente presente en el momento de cada persona. Debido a que no existe la fórmula de “una talla le hace a todos”, tuve que desarrollar una manera única de pasar tiempo con cada uno.
Formar una relación cercana con residentes TCE cambió mi acercamiento al ministerio. La comunicación sigue siendo un desafío, porque algunos casi residentes podían dedicarse al dolor o placer a través de guiñar sus ojos o cambiar la expresión de su rostro. Mi trabajo en estos casos era sintonizar con algunas leves pistas, y sentarme con ellos.
El habla que está severamente dañada era otro desafío difícil. Cuando no se puede hallar un puente entre el habla y la comprensión, cualquiera de las dos partes debe dejar de tratar de comunicarse. A veces la mejor solución era reconocer que las palabras no estaban funcionando y simplemente queda ofrecer un toque de afirmación y estar juntos en silencio.
La forma más efectiva en compartir las buenas nuevas de Jesús y su amor con niños y adultos con un cerebro dañado es estar completamente presente. Haz lo que sea necesario para edificar una conexión sólida, aprenda a estar a nivel de los ojos, hable lento y claro, evite el ruido o hablar como un bebé, otorgue el tiempo individual para responder verbalmente o corporalmente, y verifique una comprensión antes de seguir hablando.
por Glenn Rutgers
Central Wesleyan Church, Holland MI
Mi hijo Josué, se estacionó frente a un camión un día 23 de agosto del 2012. Su pelvis se quebró (en cinco lugares), tuvo traumatismo craneoencefálico, cortes en la cara, y un brazo roto. Debido a la presión en el cerebro, Josué fue puesto en un coma inducido por casi tres semanas.
Algunos días después del accidente, me sentí destrozado porque no había visto un progreso significativo. Un atardecer, dejé a Josué y del hospital fui al hogar familiar donde mi esposa y estábamos. Ahora que proceso los eventos de los últimos días, sentí como que estaba en un sueño, me sentí solo y triste. Me tiré en el sillón del pequeño living y comencé a orar, cantar y llorar. Derramé mi corazón a Dios. Por casi una hora le hice muchas preguntas en cuanto al futuro de Josué y nosotros, sus padres.
En la quietud del momento, el versículo “quédense quietos y reconozcan que yo soy Dios” vino a mi mente, y oré, “Señor, me quedaré quieto”. Sentí la presencia de Dios de una manera especial. Luego Dios me recordó un antiguo cántico: “Obedeced, y confiar en Jesús, es la regla marcada para andar en la luz”. Me pregunto qué clase de respuesta era a mis preguntas, pero oré. “Si eso es lo que quieres que haga, ¡confiaré y obedeceré!” Las lágrimas brotaron de mis ojos. Dios había respondido mi oración esa noche.
El accidente había impactado a toda la familia. Los cinco pasamos tiempo con Josué durante la primera semana en el hospital, viajando de China, Georgia, Illinois, Tennessee y Michigan. Todos encontramos la importancia de descansar totalmente en Dios por su ayuda y apoyo. Los amigos estuvieron cerca y nos animaban y consolaban. Todos crecimos en darnos cuenta lo precioso y frágil que es la vida, y pudimos compartir nuestra fe con otras familias.
Josué pasó un mes en el hospital y dos más en rehabilitación. Volvió a casa el 1º de noviembre y dio sus primeros pasos en el día antes de Acción de Gracias (EE.UU). A pesar del traumatismo craneoencefálico, la personalidad de Josué no cambió. Aún tiene pasión por las personas, le gusta reír, y mantiene su sentido del humor. Algunos de sus sueños antes del accidente han tenido que postergarse, y su memoria de corto plazo lo frustra a veces.
Creo que Dios salvó la vida de Josué por una razón específica. Cuando Josué era un niño él quería ser “¡un misionero a los esquimales!” El sigue teniendo pasión en ayudar a las personas. Está involucrado en Keystone (ICR( en Ada, MI, ayuda a los líderes de adolescentes y jóvenes en los estudios bíblicos, y trabaja en las industrias Goodwill. A través de los años, estamos aprendiendo juntos a ¡confiar y obedecer!
por Nancy Yonker
First Christian Reformed Church, Allendale MI
Nuestras vidas cambiaron completamente el 6 de junio de 2011. Cuando mi esposo andaba en bicicleta, fue golpeado por un vehículo que iba a unos 90 kms por hora. Los moretones de Harold y el tobillo sanaron rápidos, pero su traumatismo craneoencefálico (TCE) lo cambió. Después de seis meses de rehabilitación, Harold volvió a casa, pero en las tardes él quería irse a “casa” donde sus padres.
El trabajador social me advirtió que esto podría ser duro, pero estaba segura que podía hacerlo con la ayuda de Dios y de los demás.
Harold y yo éramos personas privadas. Hacíamos nuestro propio trabajo, pero ahora sabemos que necesitamos la ayuda de muchas personas. Nuestra hija mayor se quedaba con Harold mientras me reunía con amigos para tomar desayuno y hacer algunas diligencias. En el verano, puedo trabajar afuera cuando mi nieta viene a vernos. Los varones de la iglesia construyeron un baño grande y accesible para nosotros. Arreglaron las conexiones eléctricas, cortaron y juntaron leña. Muchas visitas traían cosas ricas, nos animaban, nos traían la Palabra de Dios y las oraciones.
Harold perdió su memoria de corto plazo y ya no podía leer. No quería lavarse, no quería afeitarse, y no quería sacarse la placa para lavarla. No podía ver televisión porque pensaba que estaba sucediendo en el mismo living, y creía que los osos de peluche del sillón eran bebés de verdad. Trataba de “trabajar” moviendo los muebles, sacando los marcos de la pared, y jugando con la cocina.
Lo más doloroso, a menudo no sabía que yo era su esposa. Harold conoce a nuestros hijos por sus nombres pero piensa que aún están chicos. Debido a que Harold no puede quedarse solo, perdí muchos de los eventos de mis nietos, asuntos de la iglesia y otras cosas más.
Aunque tengo miedo de él cuando es combativo y verbalmente abusivo, Dios envía sus ángeles para protegerme cuando estoy en peligro. A veces el diablo atormenta a Harold en su cerebro dañado, y luego le digo al diablo que en el nombre de Jesús se vaya.
Cuando tomamos nuestros votos de matrimonio hace 59 años, hice un compromiso con él. Cuidar de Harold me ha dado algo de gozo, sin embargo ha sido mucho trabajo, estrés, soledad y miedo. Muy a lo lejos Harold habla de su amor hacia mí, hacia sus hijos y hacia Su Salvador. ¡Cómo añoro oír su testimonio de esos buenos tiempos! A menudo toco el piano para calmarlo, y me encanta cuando lo oigo cantar. Para mi sorpresa, Harold recuerda muchas estrofas de los himnos antiguos y algunas cánticos sonsos también.
Nunca sé cuándo despierto en la mañana si el día va a ser bueno o malo. Se lo entrego todo a Dios y Él está conmigo en cada paso que doy.
por Sarah Witte
North Blendon Reformed Church, Hudsonville MI
En mayo de 1989, cuando tenía 14 años, mi madre de 38 años padecía de traumatismo craneoencefálico (TCE) como resultado de un accidente automovilístico. Cuando mamá llegó a casa del hospital, su personalidad cambió de forma dramática. Es raro tener una mamá que no conoce tu horario, tus gustos y disgustos, y tu personalidad. Mi dolor se hizo peor porque otros no podían ver el cambio y pensé que quizás solo debía estar feliz porque la mamá había regresado a casa. Desafortunadamente, no tuve una iglesia donde pudiera sentirme a salvo para compartir mis pensamientos y sentimientos, como tampoco mi mamá sintió segura en la iglesia.
Avanzando a una época más reciente: mi mamá puede hacer muchas cosas por sí misma, pero es impulsiva. Doy gracias a Dios que ha aprendido a preguntarme con decisiones y compras grandes. Me siento atorado en una generación sándwich al tener que estar con un ojo encima de la mamá y otro criando a mi hijo, sin embargo mi mamá ha recibido bastante apoyo y amor en las últimas dos iglesias donde ella ha asistido.
Hace unos cinco años después del accidente, ella había comenzado a asistir a la Third Reformed Church en Grand Rapids, MI, y habían encontrado un buen lugar para ella, con su personalidad y todo eso. Cuando ella se ofrecía de voluntaria para algo, no estaban seguros si podría hacerlo, entonces traían a alguien que pudiera estar con ella para mostrarle cómo se hacía y hacerle mentoría. Ella era muy bienvenida en un grupo pequeño aunque había perdido su memoria de corto plazo y no podía recordar bien lo que había estudiado durante la semana. No se le podía dejar sola con niños sin embargo es una asistente en la guardería pero es una excelente asistente en el cuidado de ellos. Ella es como una niña en diferentes aspectos después del accidente. Le encanta jugar juegos y cantar junto a los niños, así que ayuda mucho en las noches familiares y en la escuela bíblica de verano. Hace poco se cambió a una iglesia más cerca de la casa (Olivet Reformed/Harbor Life in Grandville, MI) y ha tenido la misma hermosa experiencia allí también.
Así que, ¿qué puede hacer la iglesia para ayudar a alguien con TCE? La iglesia debe reconocer cuando el miembro de la familia con TCE llega a casa, todo cambia para la persona y la familia. Estar allí para la familia. Nombrar a alguien (una pareja, una familia) para apoyarles a través de este proceso, especialmente si hay niños. Provean a los miembros de la familia un lugar seguro donde puedan compartir sus sentimientos. Quédense con la persona que tiene TCE de manera que los miembros de la familia puedan salir de vez en cuando. Recuerden que la persona con TCE aun desea servir, aun si no tiene la misma capacidad que antes, así que busquen la forma en que pueda servir.
Cuando la iglesia es amorosa, apoya, y ayuda cuando hay necesidades, la persona con TCE y su familia reciben cuidado, a cambio la iglesia es bendecida.
Es muy tentador mirar hacia el otro lado cuando hay una necesidad abrumante que busca una respuesta. Para la mayoría de las personas cuyas historias han sido publicadas aquí, voltearse a un lado no es una opción porque el traumatismo craneoencefálico (TCE) ha afectado a un familiar directo.
Las iglesias pueden responder a un miembro o la familia afectada por TCE en diferentes formas. Más allá del ofrecimiento que se da en este boletín, la publicación de invierno 2015 de la RCA Today describe cómo las iglesias de Michigan desde el 2012 han comenzado su devocional de las reuniones de concilio con 45 minutos de devocional en el lugar para personas con accidentes de cerebro y la espina dorsal del edificio de enfrente.
“Aquí hay un grupo de personas que son amables en los márgenes de la sociedad – las personas se olvidan de ellos”, dice Al Shoemaker, quién recientemente terminó su período de anciano en la iglesia Immnauel Reformed Church en Grand Rapids. “Están como escondidos. Nosotros estamos al lado. Literalmente son nuestros prójimo”.
Las visitas – que incluye cantar, una reflexión bíblica, tiempo de oración, interacción social, son famosas con los residentes y con los miembros del consistorio. Leer cómo involucrarse en la misión local ha moldeado las reuniones después del tiempo de devocional, visite www.rca.org/news/hope-next-door.
¿Quién está al frente de tu iglesia y de tu casa, y de qué forma puedes ser el prójimo para ellos?
—Terry A. DeYoung
General Planning Resources, Disability Concerns
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